30.11.10
Blanca muchacha de los cabellos rojizos,
Cuyo vestido por los agujeros
Deja ver la pobreza
Y la belleza,
Para mí, poeta enclenque,
Tu joven cuerpo enfermizo,
Lleno de pecas,
Tiene su dulzura.
Tú llevas más galantemente
Que una reina de romance
Sus coturnos de terciopelo
Tus zuecos burdos.
En lugar de un harapo muy corto,
Un soberbio traje de corte
Arrastra con pliegues rumorosos y largos
Sobre tus talones;
En lugar de medias agujereadas,
Para los ojos taimados
Sobre tu pierna un puñal de oro
Reluce todavía;
Nudos mal ajustados
Desnudan para nuestros pecados
Tus dos hermosos senos, radiantes
Como dos ojos;
Que para desnudarte
Tus brazos se hacen rogar
Y expulsan con golpes vivaces
Los dedos traviesos,
Perlas del más bello oriente,
Sonetos del maestro Belleau
Por tus galantes engrillados
Sin cesar ofrecidos
Chusma de rimadores
Dedicándote sus primores
Y contemplando tu zapato
Bajo la escalera,
Más de un paje enamorado del azar,
Más que un señor y más que un Ronsard
¡Espiaban por diversión
Tu fresco escondrijo!
Tú contabas en tus lechos
Más besos que lises
Y ordenabas bajo tus leyes
¡Más de un Valois!
—Empero tú vas mendigando
Algún viejo mendrugo yaciendo
En el umbral de cualquier Véfour
De la encrucijada;
Tú vas curioseando por debajo
Joyas de veintinueve sueldos
Que yo no puedo, ¡oh, perdón!
Regalarte.
¡Ve, pues, sin otro adorno,
Perfumes, perlas, diamante,
Que tu magra desnudez!
¡Oh, mi belleza!
C. B.
29.11.10
es el único problema. Para no padecer el horrible fardo del
tiempo que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo,
uno debe embriagarse infatigablemente.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que
sea. Pero embriagarse.
Y si alguna vez, en la escalera de un palacio, sobre la
hierba verde de un foso, en la soledad melancólica de su cuarto,
ustedes despiertan y la embriaguez ha disminuído o desaparecido,
interroguen al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al
reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que
rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, interroguen
qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el
reloj, contestarán: "¡Es la hora de embriagarse! ¡Para no ser
esclavos martirizados por el tiempo, embriáguense, embriáguense
incansablemente! De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea".
Charles Baudelaire
"Poemas en Prosa"
21.11.10
20.11.10
16.11.10
1.11.10
vino a verme al final del día
con más blancura en la cabeza
llena de pájaros aún.
Tiene palomas amarillas
adentro de su noble cráneo,
estas palomas le circulan
durmiendo en el anfiteatro
de su palomar cerebelo,
y luego el ibis escarlata
pasea sobre su frente
una ballesta ensangrentada.
Ay qué opulento privilegio!
Llevar perdices, codornices,
proteger faisanes vistosos
plumajes de oro que rehúyen
la terrenal cohetería,
pero además gorriones, aves
azules, alondras, canarios,
y carpinteros, pechirrrojos,
bulbules, diucas, ruiseñores.
Adentro de su clara cabeza
que el tiempo ha cubierto de luz
el caballero Marcenac
con su celeste pajarera
va por las calles. Y de pronto
la gente cree haber oído
súbitos cánticos salvajes
o trinos del amanecer,
pero como él no lo sabe
sigue su paso transeúnte
y por donde pasa lo siguen
pálidos ojos asustados.
El caballero Marcenac
ya se ha dormido en Saint Denis:
hay un gran silencio en su casa
porque reposa su cabeza.